El estrés es una reacción fisiológica de nuestro organismo ante una situación de peligro. Es un mecanismo de defensa que hemos adquirido a lo largo de la evolución y por tanto es necesario. 

¿Te imaginas lo que sería vivir sin estrés? Y no, no me refiero a una playa paradisiaca con un cóctel en la mano o a leer por fin el libro que te gusta en un paraje idílico. Me refiero a cómo sería no identificar el peligro o que nuestro organismo no reacciona ante él. Sin esa respuesta adaptativa de estrés no seríamos capaces de sobrevivir.

Pero ¿qué sucede cuando el estrés es desmesurado o cuando reacciona con estrés ante una situación que potencialmente no es peligrosa?

En estos casos el organismo se pone en marcha exactamente igual que si estuviera ante una situación de vida o muerte: estado de alerta, sudoración, corazón acelerado, tensión muscular, respiración rápida… En definitiva, reaccionamos como si estuviéramos en una situación de peligro extremo. Pero si no existe esa situación de peligro, con un principio y un desenlace, si nuestro cerebro no identifica que la amenaza ha terminado, el organismo puede mantener ese estado de alerta de forma indefinida.

Es entonces cuando, de día o de noche, en el trabajo o en el cine, tenemos esa misma sensación de malestar que no cesa. Respuestas fisiológicas que ya hemos comentado que suelen ir acompañada de pensamientos intrusivos que no cesan, irritabilidad, comer desmesuradamente o incluso consumir algún tipo de sustancia que ficticiamente nos ayude a aplacar esa sensación.

Todo esto sucede en gran medida porque nuestro cuerpo libera gran cantidad de cortisol, la llamada “hormona del estrés” que activa nuestro cerebro pero que, de forma sostenida, puede tener efectos perjudiciales en el organismo.

Cuando la potencial situación de peligro y la reacción que tengo de estrés no están equilibradas (por ejemplo, cuando tengo una gran tensión y angustia, reacciono con ira y me cuesta respirar, pero no identifico una situación que lo justifique y que tenga límite en el tiempo) algo está sucediendo. Un profesional de la salud mental puede ayudarte a identificar qué está pasando y a desarrollar herramientas para gestionarlo.